Columnas

El ejercicio de la vida cristiana y su relación con ser un buen ciudadano.

Durante nuestro proceso pedagógico como docente de Educación Religiosa Escolar en la Institución Educativa San José de Ovejas (Sucre) con los estudiantes...

Durante nuestro proceso pedagógico como docente de Educación Religiosa Escolar en la Institución Educativa San José de Ovejas (Sucre) con los estudiantes de 8º desde el tema LA COMUNIDAD, nos realizamos la siguiente pregunta: ¿Por qué ser un buen cristiano es ser también un buen ciudadano? Y entre nuestros estudiantes, queremos exponer el análisis de las estudiantes Karoll Arrieta Zabala, Mariana Benítez Vargas y Andrea Bohórquez Mendoza, el cual, manifiesta que en la sociedad contemporánea, la noción de ciudadanía implica mucho más que simplemente cumplir con las leyes y normas establecidas por el Estado. Ser un buen ciudadano va más allá de las obligaciones legales; implica compromiso con la comunidad, responsabilidad social y ética. En este contexto, el ejercicio de la vida cristiana puede desempeñar un papel fundamental en la formación de ciudadanos íntegros y comprometidos. A través de sus enseñanzas y principios, el cristianismo promueve valores que son fundamentales para una convivencia armoniosa y una participación activa en la sociedad. Por lo que, la relación entre el ejercicio de la vida cristiana y ser un buen ciudadano puede ser analizada desde diversas perspectivas.

En primer lugar, el cristianismo enseña la importancia del amor y la compasión hacia el prójimo, Jesucristo, en sus enseñanzas, resaltó la necesidad de amar al prójimo como a uno mismo y de practicar la caridad hacia los más necesitados. Este principio fundamental del cristianismo fomenta la solidaridad y el altruismo, cualidades esenciales para contribuir al bienestar común y a la construcción de una sociedad más justa y equitativa. De aquí que se entienda que el Evangelio cristiano, proporcione un marco solido de argumentos para una ética cristiana que busca iluminar el desarrollo de una ciudadanía responsable.

Por otra parte, tales  principios fundamentales del amor al prójimo, enseñados por Jesús como pilares sobre los cuales se construye la vida cristiana exigen el saber cómo corresponder y ayudar en el bienestar de los demás y  actuar en beneficio de la comunidad (Mateo 22:39). Esta enseñanza se traduce naturalmente en un compromiso con el bien común y la promoción de la justicia social. De aquí que los ciudadanos cristianos están llamados a ser agentes de cambio en sus comunidades, abogando por los derechos de los menos privilegiados y trabajando para erradicar la injusticia y la opresión.

La ética cristiana también enfatiza la importancia de la justicia y la equidad. La Biblia insta a sus seguidores a actuar con rectitud y a defender los derechos de los más vulnerables. Esta enseñanza encuentra eco en el concepto de ciudadanía, que implica la búsqueda de la justicia social y el respeto por los derechos humanos. Ser un buen ciudadano, entonces, implica abogar por la igualdad y la dignidad de todas las personas, valores que son inherentes al mensaje cristiano. Por ende, en el ejercicio de la vida cristiana se debe promover la honestidad y la integridad en todas las áreas de la vida. Es decir, los principios de la verdad y la rectitud son fundamentales en la ética cristiana, y se espera que los creyentes los apliquen en sus relaciones interpersonales, en su trabajo y en su participación en la vida pública. Por consiguiente, ser un buen ciudadano implica actuar con honestidad y transparencia, contribuyendo así a la construcción de una sociedad basada en la confianza y el respeto mutuo.

Ahora bien, cristianismo también enseña la importancia de la paz y la reconciliación. Jesucristo predicó el perdón y la reconciliación como vías para resolver los conflictos y sanar las heridas del pasado. Esta enseñanza es relevante en el contexto de la ciudadanía, donde la convivencia pacífica y el diálogo son fundamentales para la resolución de conflictos y la construcción de una sociedad cohesionada.

En conclusión, el ejercicio de la vida cristiana y la práctica de la ciudadanía están intrínsecamente relacionados. Los valores y principios promovidos por el cristianismo, como el amor, la justicia, la honestidad y la paz, son fundamentales para ser un buen ciudadano y contribuir al bien común. En un mundo marcado por la diversidad y los desafíos sociales, la ética cristiana puede ofrecer una guía valiosa para vivir de manera coherente y comprometida tanto en el ámbito religioso como en el cívico.

Rodney Stark (Stark, R). (1996). The Rise of Christianity: A Sociologist Reconsiders History. Princeton University Press.

 

Escrito por Gregorio José Arévalo Pérez . Pbro.
Presbítero Diócesis de Sincelejo. Licenciado en Teología de la Universidad Santo Tomás. Bogotá. 2016 Magíster en Educación y Derechos Humanos de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín (Antioquia) UNAULA. Director de la Fundación Pacem In Terris, en la búsqueda de la paz territorial. Profile

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