La cocina de mi abuela tiene corazón,
cuando entro ahí,
miro hacia arriba admirando
la armonía de la longeva paja,
la robustez con que sostiene las historias;
La cocina de mi abuela tiene trastos viejos,
tinajas de barro, cucharas de palo,
vasijas de totumo, calderos tiznados,
posee el campo semántico de la vida dura,
pero dulce y segura de mi niñez;
La cocina de mi abuela tiene un fogón de leña
donde se cuece, se fríe la más rica vianda,
mi famélico tiempo acaba
cuando engullo ávida
lo que trae a casa con sus manos gastadas;
La cocina de mi abuela es mi lugar favorito,
ahí escucho sus anécdotas,
y responde sabiamente
todas mis inquietudes, mis fisgoneos;
La cocina de mi abuela tiene sabor humilde,
sabor a pueblo, a pelo encanecido,
a pies empolvados, a sudor propio,
a arrugas perfiladas con los trazos de la subsistencia;
En la cocina de mi abuela
camino con los pies descalzos,
imprimiendo en cada pisada,
las figuras que formo con el arenal,
modelando mil caminos en él;
En la cocina de mi abuela fui feliz,
ahí trasegué,
allí derramé mis emociones,
allí esculpí con el buril de los apegos,
las memorias indelebles que me dejó su vida.
Destello