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La paz total un toro difícil de mantear

“Uno de los tantos actores armado generador de violencia en Colombia”   Colombia, un país que a lo largo de la historia...

“Uno de los tantos actores armado generador de violencia en Colombia”

 

Colombia, un país que a lo largo de la historia se ha acostumbrado a resolver las diferencias, las ilegitimidades, injusticias y muchas irregularidades por la vía o el camino más complejo de todos. El camino de la violencia y en este espiral de acciones armadas provenientes de diferentes ideologías, e intereses políticos. Llegamos a un punto donde nos toca aceptar que la violencia en Colombia parece ser algo crónico y sin reparos podría titularse “son guerras recicladas” yo diría que son guerras que rencauchan, mutan y se mantienen vivas.

En este orden de ideas, la violencia, guerra o conflicto armado interno en Colombia tiene diferentes protagonistas y cada uno lamentablemente ha jugado un papel nefasto en la historia del país. Por lo tanto, en esta columna simplemente pretendo mostrar de manera general a uno de esos actores armados que a lo largo de la historia ha tenido sus motivaciones ideológicas, medios de violencia, zonas de influencia y estrategias de control, etc. Bajo todos estos criterios anteriormente descritos son los paramilitares también denominadas: Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), son las seleccionadas en esta “loteria maldita”; donde los actores armados han pululado el país y todos ciegamente dicen defender una ideología cuando en realidad todos están al servicio de la muerte.

Sin ser un historiador acucioso se puede arbitrariamente decir que las AUC fueron el resultado de una larga historia de privatización de la violencia en el país, pasando hacer un ente político, militar, cada vez con tentáculos más grandes, con voz propia que sin titubeos siempre fue contrainsurgente y anticomunista. Y hasta me pregunto si fue solo ingenuidad o maldad que el gobierno restableciera un esquema legal para las autodefensas a través de las Cooperativas de Vigilancia y Seguridad Privada (Decreto 356 de 1994), más conocidas como las Convivir. Algo que se podría definir como “el comienzo del fin”; porque lo que siguió después que lo cuenten voces autorizadas.

Dejando la pasividad y entrando en la acción de esta película que es Colombia Para Gustavo Duncan (2006: 240-241), en la definición de los paramilitares confluyen varios factores como el ser “(…) fuerzas que el Estado organiza para llevar a cabo asesinato selectivo de opositores políticos, como grupo de mercenarios anticomunistas propios de la guerra fría, como ejércitos adscritos a un grupo de interés del corte de terratenientes y gamonales y como escuadrones de la muerte al servicio de narcotraficantes”. A su modo de ver, la suma de esos elementos explica un fenómeno que ha mutado en el tiempo y ha tenido características particulares de acuerdo al momento histórico (Duncan, 2006: 241

Otros autores los definen como “(…) grupos armados que están directa o indirectamente con el Estado y sus agentes locales, conformados por el Estado o tolerados por este, pero que se encuentran por fuera de su estructura formal” (Kalyvas y Arjona, 2005: 29

Por su parte, Mauricio Romero (2003: 17 y 57 y ss.) explica el paramilitarismo bajo la categoría analítica de “empresarios de la coerción”, la cual “(…) Hace referencia al individuo especializado en administración, despliegue y uso de la violencia organizada, la cual ofrece como mercancía a cambio de dinero u otro tipo de valores”

Estas definiciones nos muestran lo difícil de recoger una sola acepción para los paramilitares en Colombia. Lo que sí está claro es que los paramilitares terminaron siendo un Frankenstein al cual se le dio vida con el objetivo de que acabase un monstruo, pero termino convirtiéndose en otro y en algunos aspectos sus acciones armadas, violentas, terminaron afectando, desplazando, masacrando, favoreciendo o puestas al servicio de grandes terratenientes, y causando más terror a la población civil que la misma guerrilla. Ese actor armado que ellos decían combatir. De este modo, el paramilitarismo impacto negativamente casi todos los escenarios de la vida nacional y recrudecieron la guerra.

Y esas Convivir transitaron masivamente a la clandestinidad para engrosar los brazos del paramilitarismo. De hecho, reconocidos jefes paramilitares como Salvatore Mancuso, Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, Diego Vecino y Rodrigo Peluffo, alias Cadena, fueron representantes legales o integraron las Convivir, llegando a perpetrar con sus armas varios crímenes, como la masacre de Pichilín, Sucre, el 6 de diciembre de 1996.

Sin embargo, los paramilitares como organización armada tuvieron su boom en 1997 y se conoce como la expansión paramilitar y se da porque las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, las del Magdalena Medio y las de los Llanos Orientales se unieron para conformar las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Como ha señalado Fernando Cubides, estos grupos atomizados se reunieron bajo la bandera de las AUC, con el propósito de presentarse como una organización con un mando unificado, un plan nacional, una coordinación multiregional.

El éxito de su expansión fue registrado por la Casa de Nariño en un documento oficial que señaló, para comienzos de 2001, “(…) la existencia de 49 frentes bélicos haciendo presencia en 26 de los 32 departamentos del país y en 382 de los 1098 municipios” (Ramírez, 2005: 147). Según el periódico El Tiempo, esto equivalía a 13500 hombres distribuidos en un 35% del territorio nacional (Ramírez, 2005: 147).

Es de lamentar que esta expansión paramilitar, a lo mejor diezmo, arrincono a las guerrillas, pero directamente proporcional, creo nuevas víctimas (la población civil), y es que los paramilitares lograron un sólido poder local sustentado sobre tres bases:

“a) el uso directo de la violencia de las armas sobre los pobladores; b) el empleo de una economía de guerra conformada por recursos ilegales tales como el narcotráfico, el secuestro, la extorsión y el robo, entre otros; c) la construcción de un tejido social a partir de la redistribución de bienes y servicios por la vía del clientelismo armado, los beneficios otorgados en seguridad y empleo y la creación de nuevas élites locales a través de nuevas estructuras de solidaridad política” (Ramírez, 2005: 197).

A esta tragedia, donde la cura paso a ser peor que la enfermedad, hay que sumarle lo descrito por Otero quien considera que el fenómeno paramilitar invirtió la escala de valores, se infiere de hechos como la familiarización de los jóvenes con las armas, con los delitos y con los grupos de sicarios, lo que conllevó una tendencia favorable al dinero fácil y con ello, que parte de la juventud se ocupara en las redes paramilitares (Otero, 2008: 246).

Actualmente, se podría decir que los paramilitares se desmovilizaron en el gobierno de Álvaro Uribe y que la gran mayoría de sus líderes, algunos, están muertos y otros extraditados. Pero quedo una herencia de la Ley de Justicia y Paz, es: “la fragmentación de las autodefensas en alrededor de 33 bandas criminales en 2006 que se disputaban el control territorial en 20 departamentos y que se irían agrupando hasta ser solo 6 en el 2011 con número aproximado de 5500 combatientes” (Echandía Castilla, 2013; Prieto, 2013).

Pero como ese enano se creció, estas bacrim, contrario a los paramilitares, dejaron de ser grupos de autodefensa y se convirtieron en organizaciones criminales, algunos académicos actualmente no le llaman bandas criminales si no paramilitares de tercera generación y en el gobierno de Duque colocaron en jaque al estado con su llamado paro armado y plan pistola.

En el presente, aun sin sentarse, dieron un golpe a la mesa de la paz total, por lo tanto, esta organización que ha cambiado de estructura y nombre son la principal amenaza para la seguridad ciudadana y el mayor desafío para las autoridades militares y de Policía. Su presencia se siente con fuerza desde Tumaco hasta La Guajira, pasando por la Orinoquía, el Bajo Cauca antioqueño y el Urabá chocoano; Córdoba, los Santanderes y otros 22 departamentos más, donde se disputan a sangre y fuego el dominio sobre cuantiosas rentas ilegales.

Por todo lo dicho anteriormente, el reto o desafío de la paz total es un deseo por ahora utópico y fuere quien fuere el presidente, esto es un toro difícil de mantear, hay muchos actores armados y cada uno tiene sus propias pretensiones, lo que si hay en común en cada actor que desafía la paz es que históricamente el estado tiene cierta responsabilidad.

 

En las próximas columnas hablaremos de otros actores del conflicto que hacen que la paz total sea un toro difícil de mantear. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escrito por Malkin Martinez Montes
Lic. En Humanidades con énfasis en lengua castellana. Magister en recursos digitales aplicados a la educación, universidad de Cartagena. Codirector y columnista del portal de opinión Soyciudadano.org Profile

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