Intrépida entre las calles
lleva sobre su cabeza
la venta diaria del sustento
que la obliga de momento;
Caminando con celeridad
entre el copioso arenal
bajo el riguroso sol
caen ansiosas sus gotas de sudor;
Los pliegues de su pollera
se rebeldizan con el afán
sus chancletas empolvadas
juegan con cada zancada;
El tiempo avanza
aún hay pescados en la ponchera
“¿quiere usted algunos?”
presurosa les pregunta a sus vecinos;
Con travieso y cordial gesto
confía con sigilo el contenido,
ahora sus pasos se dirigen complacientes,
sus trenzas saltan, ella va alegre y sonriente;
Se detiene muy cerca
escucha, observa,
se deleita con las altas voces
familiares todas,
letras y números a montones;
Quiere tragarse las palabras,
engullirse los signos matemáticos,
“¡quién me diera un asiento!”
“¡quién comprendiese mis intentos!”;
Barrita de grafito, pliego de papel,
benditos entre sus púberes manos,
escribieron un verso dorado
sobre la plateada pared,
aquel deseo que fue ignorado;
Hoy, en la juventud de su vejez
esculpe con agrado
aquel puñado de tierra fértil
que su esfuerzo produjo,
pero su abono se extinguió
en la humilde tierra en que creció
pues su precoz labor
la hizo acallar los sueños del que a nadie ya nunca habló.
Destello